Juventud" y mi me memoria) han regresado a mi conciencia de forma aleatoria y sin piedad ni misericordia. Están destrozándome la pupila psicodélica que tantos gustos y disgustos me ha dado .
Atento el piojo: no piensen que me equivoqué.
Lo que están viendo en una sonriente vaquita y NO un elefante, ¡voto al chápiro!
Si de puro capricho quieren ver un elefante, aquí se los muestro. Mejor les muestro el elefante con los sabios de la fábula.
Advertencia subliminal: como no confío tanto en mi carcomida y pinturrajeada memoria, voy a copiar un texto que encontré en Google, ósea, lo guglié.
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Érase una vez seis hombres sabios que vivían en una pequeña aldea. Los seis sabios eran ciegos.
Un día alguien llevó un elefante a esa aldea de la India. Los seis sabios buscaban la manera de saber cómo era un elefante, ya que no lo podían ver.
"Ya lo sé", dijo uno de ellos. "¡Palpémoslo!". "Buena idea", dijeron los demás. "Ahora sabremos cómo es un elefante".
Así, los seis sabios fueron a "ver" al elefante.
El primero palpó una de las grandes orejas del elefante. La tocaba lentamente hacia adelante y hacia atrás. "El elefante es como un gran abanico", gritó el primer hombre.
El segundo tanteó las patas del elefante. "Es como un árbol", exclamó.
"Ambos estáis equivocados", dijo el tercer hombre. "El elefante es como una soga". Éste le había examinado la cola.
Justamente entonces el cuarto hombre que examinaba los finos colmillos, habló: "El elefante es como una lanza".
"No, no", gritó el quinto hombre. "Él es como un alto muro"; había estado palpando el costado del elefante.
El sexto hombre estaba agarrado a la trompa del elefante. "Estáis todos equivocados", dijo. "El elefante es como una serpiente".
"No, no, como una soga".
"Serpiente".
"Un muro".
"Estáis equivocados".
"Estoy en lo cierto".
Los seis hombres entablaron una interminable discusión durante horas sin ponerse de acuerdo sobre cómo era el elefante.
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Al estilo didáctico, que es la finalidad que proponen las fábulas, no encontraba la forma de acabar con algún comentario perspicaz, lúcido y confuso. Entonces recurrí a Elvira, mi abuela la refranera de la cual yo soy su nieto preferido.
Desde su sabiduría ancestral me dijo:
- ¡Ay m'hijito, que tonto eres! ¿Es que acaso en castellano no tenemos un refrán claro como el agua cloacal?
- Pero Abu, no lo recuerdo....
- Aquí te lo ennchufo, mi tan adorado y tarado nieto: "Todo depende del color del cristal con que se mire". Así, tenemos tantas percepciones diferentes de la misma cosa como seres humanos han vivido o viven desde el inicio de los tiempos hasta este presente pluscuamperfecto.
¿Vieron? Ya se los advertí: mi abuela es o era sabia en todos los colores del espectro.
Apagó, con su último (¿?) aliento las brasas que quemaban mis manos y la peluca de plástico.
Ella, siempre clarividente, me ha salvado a último momento de mis necesidades más cruciales. No sólo con este blog inefable, sino también en qué música escuchar, en qué película ver o me aconsejaba que a menudo tomara un helado de dulce de leche y vainilla.
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