¡Ah mi abuela la refranera! ¡Qué mujer excepcional! Calma como agua 'e tanque. Sólida como un algarrobo chaqueño. Sonriente como el arroyo que discurría cerca de la casa. Hablaba con la delicadeza del Dic. de la Real. Acad. Sobria hasta decir basta. ¿Basta? Sí, ¡basta!
Bue, que le vamo' hace'. Agrego sobre mi abuela. No todo le "resbalaba". Si alguien cometía la imprudencia de decir un dicho o frase con la cual mi abuela no estuviera de acuerdo, actuaba sin titubear. Claro está, no insultaba, habría sido como insultarse a sí misma. Pero no dejaba de decir lo que en verdad creía o sentía.
El verano pasado me invitó a pasar unos días en su casa de Anisacate. ¿Qué creen, adorados seguidores, que iba a desperdiciar la oportunidad? ¡Ni loco! ¡Ni ebrio ni dormido (y eso que Mariano Moreno ya no estaba con nosotros)!
Ya aterdecía cunado llegó la vecina, doña Eulogia, mujer de temperamento fuerte pero buena en el fondo, allá por donde queda el gallinero.
Doña Eulogia y mi abuela estaban sentadas en la galería, hamacándose en sendos sillones de paja. Apenas si alcanzaba a oírlas. De pronto mi abuela dio un respingo, algo le había impactado.
Es que doña Eulogia, distraída como una veleta, había dicho: "Sobre gustos no hay nada escrito".
¡Pobre vecina! No sabía que esta aseveración le ponía los pelos en llamas a mi dulce y apacible abuela, quemándoselos hasta la calvicie.
- ¿Qué dijiste?
- Nada. Eso de los gustos y que sé yo...
- ¡Pero lo dijiste tan tranquila!
- Bueno, Elvira (mi abuela), no te pongas así. Es tan sólo un dicho...
- Claro, y que después vengan con cualquier cachivache y afirmen: "¿No te parece genial?"
- Y a mí, pobre anciana, se me cierra la boca en un espasmo de espanto por tu exageradísima reacción. De paso, ¿qué vas a hacer con ese pelo que te queda horripilante hasta la gordura?
¡Pobre Elvira, mi abuela la refranera! De a poco fue sosegándose. Se notaba también que Eulogia estaba más tranquila.
Mi abuela Elvira respondió fingiendo una paz que, en ese momento, no tenía.
- Mi querida vecina, mi querida Eulogia, le hecho una continuación lapidaria a esa maldita frase:
SOBRE GUSTOS HAY MUCHO ESCRITO. PASA QUE NADIE LO LEE.
- ¿Y por que afirmas esto con tanta vehemencia?
- Porque fue mi nieto preferido al que se le ocurrió esta breve continuación.
- Pero altera el orden natural de las cosas...
- ¡Dejáme tranquila con esto de lo "natural!"
- Elvira, me parece que estás desvariando...
- Presta atención: como te dije, hay mucho escrito y casi nadie lo lee. Es cierto que también hay diferentes gustos. Sin embargo, los clasifico en dos grandes grupos: buen gusto y mal gusto. ¡Listo el pollo, Eulogia!
- No estoy segura de estar de acuerdo...
- ¡Tendrás que estarlo! Esta pregunta te la hago sin ninguna mala intención o hipocresía. ¿Dónde viste cosas que, según tu opinión, sean de buen gusto?
- En muchos lugares, la casa de mis abuelos, la de mis padres, incluso en la mía....
- ¿Y de mal gusto?
- Bueno ... este... no quiero ser ofensiva ni peyorativa... Las he visto en casas de medio pelo o como dicen nuestros nietos ahora, en casa de gente mersa, que no dejará de serlo aunque tenga mucho dinero.
mersa.
1. adj. despect. coloq. Arg. y Ur. Dicho de una persona: Que tiene gustos y costumbres vulgares. U. t. c. s.
- ¿Cómo anda tu televisor?
- Bien, ¿por?
- ¿Has visto la propaganda del Quini 6?
- No todavía...
- Vení al living que te la muestro en el DVD Player. ¡Ojo, aquí va!
- Con el corazón en la mano, Eulogia: ¿has visto algo más fiero que esta propaganda?
- Me parece que no...
- A mí, cada vez que la veo, se me revuelven las tripas de terciopelo.
- ¿Y en esa clase de gente aristocrática, no lo dijiste pero lo diste a entender claramente, no ves también gente de mal gusto?
- ¡Por supuesto! Pero no les llevo el apunte ni ahí ni en Disney World!
- Habías sido contundente. ¿Quién lo hubiera imaginado?
- Ahora ya no tenés que imaginarlo. Lo has visto en vivo, en directo, y en technicolour.
Antes de que se dieran cuenta de que había escuchado esta charla, me fui cantando bajito. ¿Vieron que no puedo cantar "altito"?
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El verano pasado me invitó a pasar unos días en su casa de Anisacate. ¿Qué creen, adorados seguidores, que iba a desperdiciar la oportunidad? ¡Ni loco! ¡Ni ebrio ni dormido (y eso que Mariano Moreno ya no estaba con nosotros)!
Es que doña Eulogia, distraída como una veleta, había dicho: "Sobre gustos no hay nada escrito".
Desde 1936 a 2015, como quien dice, hay suspiro, y llegamos así, casi sin darnos cuenta a las tablets, salteando los smartphones que no vienen al caso. Me estoy refiriendo, queridos amigos y compatriotas, a las tarjetas de crédito, que están apoyadas por toda esta enorme cantidad de dispositivos que pueden llamarse, por derecho propio, computadoras, o sea laptops, notebooks, netbooks, etc., un decir.
Ahí los ves al abuelo y al nieto, conversando amigablemente sobre la incorporación, o no, de una tarjeta de crédito que, se supone, aumentará sus ventas.
Los viejos, está claro, ¡zácate, volví a ser peyorativo! Los ancianos, está claro, normalmente desconocen los avances tecnológicos que ha habido en los últimos años. Por esto, ofrecen resistencia. En este caso, el abuelo no quiere dejar de fabricar el helado de kinotos al whisky, porque Alfredo (viejo, y ahora único, cliente de este refrigerio) es quien lo pide.
Un aguatero en la India tenía dos grandes cántaros; cada uno colgaba
de cada extremo de una pértiga que el hombre cargaba sobre sus hombros, por detrás del cuello. 
Después de dos años de lo que percibió como una amarga falla, habló
al aguatero un día por el arroyo. "Estoy avergonzado de mí mismo, y
quiero disculparme con usted". "¿Por qué?", preguntó el aguatero. "¿De
qué estás avergonzado?" "He sido incapaz, durante estos dos últimos años, de
entregar la carga completa; solamente pude cargar la mitad porque esta rajadura en el
costado de mi cántaro permite que el agua se fugue hacia afuera a lo largo del camino hasta la casa de su amo. Por mis fallas, usted ha
tenido que hacer todo este trabajo sin conseguir el valor completo de
sus esfuerzos", dijo el cántaro.
El aguatero
le dijo al cántaro, "¿Notaste que había flores solamente en tu lado de la
senda pero no en el lado del otro cántaro? Eso esa porque siempre supe de tu falta, y saqué provecho de ella. He plantado semillas de
flores en tu lado del camino, y cada día mientras caminábamos de
regreso del arroyo, las has regado. Por dos años he estado
recogiendo estas hermosas flores para decorar la mesa de mi amo. Si no
fuera por tu forma de ser, él no habría tenido esta belleza para alegrar
su casa." 
Queridísimo público, mi queridísimo pueblo. Deben perdonar mi ausencia en estos últimos tiempos; quehaceres de otra índole me mantuvieron lejos de este adorable y perimetral blog, insustituible como yo soy insustituible, dejando de lado la careta, que ya la tengo muy usada, sino, no sería una pelota de balompié (fútbol para.la gente con experiencia).
