lunes, 1 de octubre de 2012

¡No se vayan! Enseguida volvemos...

... después de estos auspicios.



¡¿Cómo puede ser?! ¿Tanto me entusiasmé con mi miniserie de los artículos precedentes "Los poderosos al acecho", que olvidé a mis queridísimos benefactores?

¡Ah, ingrato indómito! Si no fuera por mis patrocinadores, auspiciantes corporativos, sponsors multinacionales, perros de paja, pájaros de mal agüero y bursátiles, ¿cómo solventaría los inconmensurables gastos de este portentoso blog?

Arrepentido, hundido en el pantano donde me rodea el miasma primordial, regreso a las propagandas con esta pauta publicitaria a comentar con posterioridad al hecho consumado.


¿Alguien duda sobre la finalidad de este aviso? ¿Será que intenta promocionar la compra de, como mínimo, un televisor más?

El tema a tratar no pasa a través de la compra, o no, de televisores. Que cada cual tenga cuantos televisores le venga en gana. Es claro, que lo haga con plena consciencia y no como títere manejado por los pastores del consumismo idiótico.

PILA DE TELEVISORES

Antes al contrario y por, lo que me subyugó de esta propaganda, como en la mayoría de los especímenes de su especie, es la forma en que se desarrolla la trama argumental de antigua prosapia.

¿Sois conscientes, inestimables lectores, de cómo rescata los valores de la célula social básica conocida tradicionalmente como familia?

¡Notable, fantástica, espeluznante! Tanta concordia familiar estremece las fibras más íntimas de mi intimidad.

Cada miembro de este núcleo primigenio propendiendo al desarrollo armónico de una sociedad participativa en armonía y solidaridad.

Apenas comenzada, esta publicidad nos muestra cómo el padre, hierático señor feudal, enciende el televisor y mira furtivamente a su alrededor, previendo que no le arrebaten el control remoto.

Sin hacerse esperar, llega su hija, princesa adorada, luz de sus ojos, y le arranca el control de entre sus manos para cambiar, en capricho arrobado, al canal de ballet clásico. Y ambos ven, sonrientes y eufóricos, a agraciados jugadores de fútbol con tutú que se desplazan grácilmente sobre el escenario de césped.

Enseguida se presenta la esposa, dulce alma del hogar que mantiene con el fuego de su corazón el amor ígneo de sus habitantes, para ver su programa de cocina. Le quita el control a su amada niña y la sorprende gratamente con un jugador maestro de alta cocina.


Se oye que un caballo detiene su galope frente a la casa. La puerta vaivén se abre bruscamente e ingresa, como a un saloon del Viejo Oeste, el niño cowboy (valga la redundancia) para jugar su juego informático con su entorno expectante.

Motor incandescente de una adolescencia irreparable, introduce naves espaciales, armas sorprendentes, alienígenas, terrícolas y otros que invaden la pantalla y el recinto.

¡Una pena, Garbarino da por terminado su comercial!

Me estremezco de emoción una vez más al ver cómo las cuatro caricaturas grotescas de familia se brindan mutuamente a sí mismos, en un paradigmático ejemplo de individualidad y egoísmo, las cosas que a cada uno, por separado como corresponde, le importan, pensando en blanco respecto de los demás.

¡¡ VAMOS FAMILIARES, AMIGOS, CONGÉNERES DEL GÉNERO HUMANO !! ¡¡ CORRAMOS DE LA MANO QUE EL FUTURO NOS AGUARDA !!

2 comentarios:

  1. Me gustó muchísimo y te felicito, (en serio). Hay una sola idea..........vaya idea !!!, y suscribo todo lo que decís.. Dan ganas de no aparecer jamás por Garba. Es una cosa más, que desayuda vivamente a ser mejores, en la familia y en todos los ámbitos. No ceder en nada es un lema fuerte, que a todos le parece legítimo. Un destino en plan aterrador para la familia, y las personas en particular.

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