lunes, 28 de noviembre de 2011

Objetividad <-----> Subjetividad

Telescopio
Transcripción parcial de una charla de café que tuve con mi tan querido amigo Juan Ignacio Sepúlveda, alias "Juani", que me vino muy bien para darle mejor forma a lo que quiero plantear aquí. Ya he hablado de esto varias veces, pero se me hace que no resulta suficiente. La presentación es algo informal.


- Una vez más, y ya son un montón, estás siendo un sexagenario exagerado.
- ¿Por qué?
- ¿Cómo porqué, Chiquito? ¿Es que no te das cuenta de la desmesura de tus comentarios?
- Suponiendo que sí...
- Pará un cacho la mano, y tratá de ser objetivo.
- ¡¿Qué dijiste?!
- ¡Epa!, no es para tanto... Dije que trates de ser objetivo, nada más.
- ¿Es que acaso querés que me desdoble en un periquete? ¡Mal rayo te parta, Juani del alma!
- ¿Ah sí? ¿Te has puesto un tanto nervioso?
- ¡Claro!
- Tenga usted la gentileza, señor licenciado, en mostrarme la relación matrimonial entre la objetividad y el desdoblamiento, pues no la capto.
- Está ahí, justo ahí, ¡en querer ser objetivo!, bue, en otros lugares también...
- No te entiendo.
- Claro, no me dejás hablar...
- Tu caradurismo no tiene límites.
- No, pero no es ése el tema del que estamos hablando, ¿no?
- Si es por hacer disgresiones...
- Pará que busco un cuaderno y la birome.
- ¿Para?
- Para tomar nota de lo que estamos charlando.
- ¿Y?
- Que puede servirme para el bló...
- ¡¡ Realmente sos un maníaco irredento !! Por no decir alguna otra sutileza de las mías...
- Basta, no me marees. La cuestión es discernir si se puede ser simultáneamente sujeto y objeto, capisce?
- No, non ho capito...

- ¡Bravo, Luigi Tenco! La cosa es así: soy sujeto. Ergo, lo que percibo necesariamente tiene que ser subjetivo. Ahora bien, decimos a saber: si me desdoblo, en un repentino movimiento inmóvil, entonces sí puedo ser subjetivo y objetivo al mismo tiempo...
- ¡Ah, claro! Así cualquiera entiende lo que querés decir...
- No seas tarado y dejáme seguir. En este mismo momento, yo soy sujeto cuando te percibo, y soy objeto cuando vos me percibís...
- Sí, hasta ahí voy entendiendo algo.
- Pero la cuestión epistemología, o tratado filosófico del conocimiento -lo digo para molestarte-, no queda muy clara. Digo que soy objeto cuando vos me percibís, pero el conocimiento que vos tenés de mí es subjetivo, y el conocimiento que tengo de vos, mi querido objeto amigo, también es subjetivo, y así pasamos de objeto a sujeto en una especie de vaivén navideño que no termina.
- Sí termina, enquilombado, porque como no entiendo nada de lo que decís, acá terminamos...
- Espere un poco, compañero, correligionario, camarada Juani Terracota para servirme a mí. Dígame, estimado señor, qué es lo que no entiende.
- Ni una mierda...
- Bueno, voy a resumir lo que te dije. Esperá que voy al baño y, de paso, le pido al mozo que nos traiga más café.
=======

Objetivo
- Bien, lo que quiero decir es que no puedo ser objetivo, porque soy un sujeto. Y el conocimiento del sujeto es siempre subjetivo.
- Eso parece un juego de palabras pelotudo.
- Pero no lo es. Y pa' pior, la milonga de ser objetivo te la recalcan por los cuatro costados, por arriba y por abajo, como si fuéramos un dado cúbico.
- ¿Por qué rompés con que no se puede ser objetivo?
- Por la tradicional teoría epistemológica a la que estuve refiriéndome not long ago nor so far away, o sea, hace un ratito nomá'.
- ¿Es que siempre me vas a refregar tus estudios filosóficos como si yo fuera una persona de una enorme ignorancia como un ignorante cualquiera, y no un ignorante elegante?
- Como no me interesa refregarte nada, dejo de lado tu estúpida pregunta y sigo, si querés enterarte...
- Ufa, dále que sí quiero.
El Aquinate
- Bue, Aristóteles trató casi todos los temas que se postulaban por aquellos años felices, con Barbra Streisand y Robert Redford. Entre otras cuestiones, se preguntó sobre la forma en que el ser humano podía conocer. Y, entre una cosa y otra, les dio pie a Santo Tomás de Aquino-te-vas y su cohorte de escolásticos para que dijeran, o escribieran, "Nihil est in intellectu, quod prius non fuerit in sensu".
- Sos el trompo de la perinola; pasás de una cosa a la otra como si nada y además me tirás una frase en latín como si yo hubiese estudiado el idioma. Seguro que ahora me decís que te la acordás de memoria de cuando la estudiaste...
- No tengo la culpa de acordarme...
- Pero sí tenés la culpa de no traducirla... Al menos, así lo veo yo, como decía Guillermo Nimo.
- ¡No me das respiro! Esa frase quiere decir que no hay nada en el intelecto que primero no haya pasado por los sentidos.
- ¡Lógico, eso lo sabe cualquiera!
- Claro, ¿y si los sentidos desfiguran, por decirlo de alguna manera, la realidad que perciben? En mi calidad de sujeto cognoscente no puedo estar seguro de cómo es la realidad realmente, con el perdón de la redundancia redundante.
- Otra vez me perdí...
- Voy por otro lado, sin necesidad de desfigurar nada. ¿Ves el rojo del logotipo de Coca-Cola?
- Sí, claro que lo veo...
- ¿Sos daltónico?
- No, gracias a Dios y a la Virgen Santa.
- Yo tampoco. Pero digo, ¿cómo hago yo para saber que el rojo que vos ves es igual de rojo que el que veo yo?
- Y... no, no puedo decirlo, no sé cómo lo ves...
- Caíste en la trampa, chorlito y gil de cuarta. ¡Claro que no podés!, y recién tuviste el tupé de decirme que fuera objetivo. ¿Cómo queré' que lo sea, cómo queré'?
- ¡Flor de encerrona, petiso maquiavélico!
- ¿Cuántas veces me escuchaste decir que es necesario pensar?
- Un montón...
- Entonces, pensá. ¿Viste Matrix, la primera por supuesto?
- ¿Y ahora a qué viene eso?

George Berkeley
- Ya te cuento. Después de que los escolásticos se mandaran el chiste de que nada está en el intelecto que no haya pasado previamente por los sentidos, el refinado irlandés George Berkeley, obispo, escribió "Esse est percipi aut percipere".
- ¡¡¿¿QUÉ??!!
- Lo que pasa es que en la época en que él vivió, fines del Siglo XVII y comienzos del XVIII, las cosas filosóficas todavía se escribían en latín, el idioma culto cultísimo.
- ¡Qué alivio, sí que te entiendo! Como yo también nací en esa época, leo y escribo latín como si fuera un mensajito de texto...
- La ansiedad va a terminar con tu efímera y mortal vida.
- Gracias, tu amabilidad espanta...
- Con esa frase, el bueno del Berkeley dijo, traducción textual: "ser es ser percibido o percibir".
- Aguantáme un toque. Le voy a pedir un paracetamol al mozo antes de que reventés mi cabeza con tanto dato...
=======
- ... con tanto dato inútil...
- Si fuera inútil, pantomima invernal, no estaría diciéndotelo para evitar ser dos en uno, como la propaganda, antes y después.
- ¿Será posible que no percibas que no es del todo fácil seguir la ilación de tu pensamiento?
- Breve resumen, a saber: a) conocemos dudosamente a través de los sentidos; y b) para "ser" es necesario percibir o ser percibido.
- Lo primero lo entendí antes. ¿Qué onda con lo segundo?
- Ésta: para que vos seas o existas para mí, es necesario que te perciba; de otra manera, no entrás en mi universo personal. Para que yo entre en el tuyo, es necesario que yo sea percibido por vos, o salgo volando por la ventana como Superman...
René Descartes
- ¡Me acordé!, eso es lo que dice Descartes con lo de "pienso, luego existo".
- Si a vos te parece...
- ¡No me jodás con esa boludez de actitud desdeñosa de si a mí me parece!
- No es desdén, estoy dejándote que sigas con el desarrollo del tema...
- Eso, justo eso, como si yo hubiese empezado con tanta cosa filosófica... Dale, seguí.
- Esa cita de Descartes no viene al caso de lo que estamos hablando.
- ¿Por?
- Porque estamos hablando de conocimiento y no de causalidad.
- ¿Pero no me dijiste que Berkeley decía que ser es ser percibido?
- Eso fue lo que dijo pero, como estoy diciéndote yo ahora, no como causa, estilo Dios, por ejemplo. De ahí que todo lo que escribió, enseñó y demás yerbas, fuera considerado "idealismo subjetivo". Si yo no conozco a alguien, ese alguien no es para mí, lo que no implica que ese alguien no sea o exista. De otra manera, la existencia en sí de lo que sea, no depende de que yo lo perciba. Esto es algo que está a años luz del tema. La cuestión es que exista para mí.
- Volví a perderme...

- ¿Percibís esta mesa?
- Sí.
- Por percibirla, ¿estás causándola? O dicho de otra manera, ¿estás creándola?
- No. Estaba aquí antes de que llegáramos, y seguirá estando después de que nos vayamos, a menos que le prendamos fuego...
- Propriamente, il mio compare! Ése es el punto: la mesa existe antes, durante y después pero, atenti con el pero, antes no existía para nosotros pues no la conocíamos y, en cambio, ahora sí, incluso si después la quemamos, para gusto y disgusto de los dueños.
- Pero... ¡eso es pura subjetividad!
- Obvio. Sí, "eso es pura subjetividad", porque no le queda otra. Justamente es lo que vengo tratando de explicarte...
- Me parece que le estoy encontrando la vuelta...
Immanuel Kant
- Me alegro. Y después vino Kant...
- ¡Manolo!
- ¡Claro, tarado, Immanuel! ¿Cuántos Kants conocés?
- Ninguno, pero de éste oí hablar...
- Tenés razón, es muy conocido. Su filosofía me gustó mucho pero es recontra complicada. A grandes rasgos, decía que la realidad era un caos incognoscible que impactaba en nuestros sentidos, al estilo escolástico, y que nuestra interioridad ordenaba esos estímulos con unas cosas llamadas "categorías a priori", que ya traemos de fábrica.
- ¿Y ahí se fue todo al carajo?
- No, bruta bestia. Ahí volvemos a donde arrancamos, es decir, no podemos afirmar que las cosas son tal cual las percibimos. Son, eso no se discute. La cosa es, ¿cómo son? Y nos reenganchamos con la imposibilidad de que un sujeto sea "objetivo". Conoce lo que conoce y chau picho; muy probablemente, lo que el otro conozca sea parecido; ¿será exactamente igual?
- No estoy seguro, pero creo que entendí la idea... Digo, si todo es subjetivo, ¿cómo hacemos para hablar?
- Si en este mismo momento nos metemos con la lingüística, nos vamos de aquí dentro de dos años. No es necesaria para lo que quiero escribir en el bló, ya te lo dije. ¿O pensás que tengo la mano agarrotada de tanto escribir porque me olvidé de mi noble e impertérrito propósito?
- Está bien, no te enojés...

- Y entonces, tatán tatán, en 1999 nos cae "Matrix" por la cabeza.
- Ya me había olvidado. ¿Qué pasa con Matrix?
- Me refiero a la primera, que es la única que, además de gustarme, me pareció que tenía un argumento epistemológico súper interesante.
- De eso no me enteré, ¡ni ahí!
- Te comprendo y te absuelvo. Además de que hay que prestar mucha atención, es necesario conocer un poco el tema como para enterarte.
- ¿Entonces?
- Para decirlo como si fuera la verdad en un puño, Laurence Fishburne, que hace de Morfeo, como a otros antes, le dice a Keanu Reeves, que hace de Neo, que lo que este último cree que es la realidad, es algo totalmente distinto. Lo que él ve, oye, huele, saborea, experimenta, siente, etcétera, son impulsos eléctricos que la Matrix le manda al cerebro para que él se lo crea. Nota marginal: ¿te diste cuenta de que "Neo", además de significar "nuevo", es anagrama de "One"?

- No, nunca se me habría ocurrido...
- Detalle interesante dentro de la película pues The One, ósea, El Uno Nuevo, vendría a ser una especie de "redentor universal", al estilo de Jesús para los cristianos.
- ¡Te fijás en cada cosa!
- Sigo con Matrix. Morfeo le propone a Neo conocer la realidad real, algo que se logra con una pastilla, roja o azul. En realidad, no me acuerdo cuál...
- Eso, ¡sí que es raro!
- Dejá las tonterías de lado. Neo acepta, y casi se nos muere. Más adelante, cuando ya están en la nave espacial medio estrolada que tienen, están comiendo un mazacote con gusto...
- A mierda, ya me acuerdo...
- Uno de los tripulantes saca el tema preguntándose y preguntando: ¿cómo sabemos de verdad cuál es el gusto del pollo?, o algo similar. Ninguno de los demás responde.
- Así, la película viene a reafirmar tu idea.
- Por eso te lo digo. Hablando con propiedad, ésa no es mi idea. Te relaté un proceso de, por lo menos, dos mil quinientos años, y seguimos sin saber cómo viene la mano.
- Me quedó claro. ¿Y cuando te dicen que seas imparcial?
- Están refiriéndose a otra cosa. Ponéle que un matrimonio tenga problemas y vayan al psicólogo. Éste los conoce subjetivamente a los dos por igual. Prescindiendo de lo que él piense sobre el tema en disputa...
- ¿Ves que sos un guarango?
- ...es imparcial porque no toma partido -que viene de parte, como compartir, repartir y otras- por ninguno de los dos, y trata de ayudarlos a resolver el entrevero en el que se encuentran.
- Ya está. Te entendí. Y la cabeza me hierve como si estuviera sobre brasas...
- ¿Pagamo' y vamo'?
- ¿Quemamos la mesa para que nadie se apropie de tus elucubraciones?
- ¡Olvidáte de la mesa! Te propongo un desafío: ver quién de los dos es más tarado...
===================================

¡¡ Flores subjetivamente objetivas e inodoramente fragantes !!

5 comentarios:

  1. Excelente. Me parece que da para muchos artículo.
    Para comentarlos sería más fácil que fueran un tsanto más corticos porque no son facilones.
    De todos modos está bien. No hay bjetividad posible?

    ResponderBorrar
  2. Lamento los errores del comentario anterior de lo cual es culpable la pc. Creo que se entiende lo que quise decir, seguiré más adelante

    ResponderBorrar
  3. Excelente composición, la mejor hasta ahora lejos... para mi gusto obviamente.
    Me recuerda el pensamiento platónico: cada uno percibe las cosas a su manera pero más allá, en el mundo de las ideas, se nos muestran tal como son.
    Igual tengo una duda: ¿no podría ser que todos en realidad tenemos los mismos sentidos, anatómicamente hablando? Es decir, que percibimos las cosas de la misma manera; lo único que podría variar es la intensidad.

    ResponderBorrar
  4. Hola, Raquel:
    En el sentido de cómo está planteada la cuestión, no hay objetividad acabadamente posible. Suponiendo que ambos conociéramos la realidad tal cual es, ¿cómo hacemos para comprobarlo entre nosotros?
    En lo cotidiano, podría decirse que hay cierta "objetividad" porque estar aclarando cada medio minuto que ésta no existe, es como para volverse loco, ¡y nadie puede volverse lo que ya es!

    ResponderBorrar
  5. Gracias, Rolando, por tu comentario. Me olvidé de Platón, ¡si seré torpe! "El mito de la caverna" viene también al dedillo para esto.
    Bueno, tampoco este diálogo fue para redactar una historia de la filosofía occidental...
    Como le respondí a Raquel, quizás percibamos las cosas de la misma manera, o sea, químicamente puras. ¿Cómo lo sabemos?

    ResponderBorrar