lunes, 30 de enero de 2012

Yo amo a mi celular, ¿y vos?

"Amor al voleo"
Anónimo 
Chicos, recibí este texto en un mail que me mandó una amiga. Casi me desmayo de lo ESPECTACULAR que me pareció.

¿Les resultará comprensible si digo que está dentro de mis lineamientos personales? ¿O esta afirmación sería de un descaro gastronómico?

"Anónimo" por Anónimo
Un artículo tan bueno no podría haber sido escrito por alguien que no fuera "Anónimo". Este buen hombre ha escrito, esculpido, pintado, hecho música, etc., con una súper producción mundial que sobresale hasta las estrellas, que ha acumulado sobre sí tantos premios y reconocimientos que casi casi no puede andar, pese a ser un individuo, como decíamos ayer, esto es, hace dos lunes atrás. ¡Se lleva todos los laureles!

Anónimo se me parece bastante, o yo me parezco bastante a él. Primero el burro para que no se espante. La similitud entre él y yo es que no somos del todo breves al exponer un tema. Si, para peor como en mi caso, se nos da por poner ilustraciones, un artículo puede llegar a parecer más bien todo el Antiguo Testamento en versión informática.

"Veneno" - Anónimo
El tema que Anónimo nos expone con claridad, trata justamente de la conversación, asunto que me quedó pendiente después de finalizada la ya famosa charla con Juani sobre la objetividad y esas tonteras, pero del que ya hablamos entre los dos porque, a impaciente, no le gana nadie.

Sin más, porque lo que abunda daña si es veneno, por ejemplo, los dejo a solas con el artículo. Si quieren, después de leerlo salgan del blog meditando sobre lo que han leído. No sería una mala idea. ¿Y si en una de ésas se nos da por aprender a pensar?


LA MUERTE DE LA CONVERSACIÓN


"Celular" - Anónimo
Acabo de leer en Internet que a la entrada de algunos restaurantes europeos les decomisan transitoriamente a los clientes sus teléfonos celulares.


Según la nota, se trata de una corriente de personas que busca recobrar el placer de comer, beber y conversar sin que los ringtones interrumpan, ni los comensales den vueltas como gatos entre las mesas mientras hablan a los gritos.


La noticia me produjo envidia, envidia envidia, pero de la buena. Personalmente, ya no recuerdo lo que es sostener una conversación de corrido, larga y profunda, tomando un café, sin que mi interlocutor me deje con la palabra en la boca porque suena su celular (¡¡¿qué tal los que mantienen el auricular y el micrófono puestos y no se sabe si hablan con uno o con el que está al otro lado de la línea?!!).


"Reunión familiar en supenso"
Anónimo
En ocasiones es peor. Hace poco estaba en una reunión de trabajo que simplemente se disolvió porque tres, de las cinco personas que estábamos en la mesa, empezaron a atender sus llamadas urgentes por celular. Era un caos indescriptible de conversaciones al mismo tiempo.


Gracias al celular, la conversación se está convirtiendo en un esbozo telegráfico que no llega a ningún lado. El teléfono se ha convertido en un verdadero intruso. Cada vez es peor. Antes, la gente solía buscar un rincón para hablar. Ahora se ha perdido el pudor. Todo el mundo grita por su móvil desde el lugar mismo en que se encuentra.


"Impaciencia" - Anónimo
No niego las virtudes de la comunicación por celular. La velocidad, el don de la ubicuidad que produce y, por supuesto, la integración que ha propiciado para muchos sectores antes al margen de la telefonía. Pero me preocupa que mientras más nos comunicamos en la distancia, menos nos hablamos cuando estamos cerca.



"Ahorcado" - Anónimo
Me impresiona la dependencia que tenemos del teléfono. Preferimos perder la cédula profesional que el móvil pues, con frecuencia, la tarjeta sim funciona más que nuestra propia memoria. El celular, más que un instrumento, parece una extensión del cuerpo, y casi nadie pude resistir la sensación de abandono y soledad cuando pasan las horas y éste no suena.


"Pensador" - Anónimo
Por eso, quizás, algunos nunca lo apagan. ¡Ni en el cine! He visto a más de uno contestar en voz baja para decir: "Estoy en el cine, ahora te llamo".


Es algo que, por más que intento, no puedo entender. También puedo percibir la sensación de desamparo que se produce en muchas personas cuando las azafatas dicen, en el avión que está a punto de despegar, que es hora de apagar los celulares. También he sido testigo de la inquietud que se desata cuando suena uno de los timbres más populares y todos, en acto reflejo, nos llevamos la mano al bolsillo o la cartera, buscando el propio aparato.


"Blackberry" - Anónimo
Pero de todos, los Blackberry merecen un capítulo aparte. Enajenados y autistas. Así he visto a muchos de mis colegas, absortos en el chat de este nuevo invento. La escena suele repetirse.


El Blackberry en el escritorio. Un pitido que anuncia la llegada de un mensaje, y el personaje que tengo en frente se lanza sobre el teléfono. Casi nunca pueden abstenerse de contestar de inmediato. Los veo teclear un rato, masajear la bolita y sonreír; luego mirarme y decir: "¿En qué íbamos?". Pero ya la conversación se ha ido al traste. No conozco a nadie que tenga Blacberry y no sea adicto a éste.


"¿Amigos?" - Anónimo
Alguien me decía que antes, en las mañanas al levantarse, su primer instinto era tomarse un buen café. Ahora su primer acto cotidiano es tomar su aparato y responder al instante todos sus mensajes. Es la tiranía de lo instantáneo, de lo simultáneo, de lo disperso, de la sobredosis de la información y de la conexión con un mundo virtual que terminará acabando con el otrora delicioso placer de conversar con el otro, frente a frente.
                                                                                                              
                                                                 ANÓNIMO


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lunes, 23 de enero de 2012

Invierno en verano

Vuelvo a dudar de la lealtad de Juani como amigo. ¿Lo recuerdan? Juan Ignacio Sepúlveda, con el que tuve la charla sobre la objetividad y la subjetividad... Me parecía que sí iban a acordarse; no es un personaje fácil de olvidar.

Nos conocemos desde hace años mil y, sin embargo, sigue criticándome como si él fuera raid y yo una cucaracha.

Cuando lea este artículo, va a repetirme algo que me ha dicho infinidad de veces, esto es, que soy un colgado en el tiempo, o que mi tiempo es atemporal. Nunca entendí esto, pero he aprendido a callarme cada muerte de obispo.

Abu "la refranera"
¿A quién se le ocurre escribir sobre una propaganda netamente invernal cuando nos estamos muriendo de calor? ¡A mí! Me pareció una propaganda muy buena a la que quería encontrarle un espacio apropiado en mi blog apreciado.

- "M'hijito -me decía mi abuela, la refranera, porque yo era su nieto preferido- sepa que todo no se puede."

No puedo contar todo lo que se me ocurre y elucubro de un saque. A propósito y adrede, poco después de empezar con este trabajo tan noble, decidí publicar un solo artículo por semana, para que vosotros, amables y fieles seguidores, no os atragantéis de palabras ociosas y oídos sordos.

Lo genial que tiene esta propaganda sobre la que estoy intentando hacer algún comentario, como la del artículo "Sushi", es que desde ella se remarca el "absurdo", mi tema idolatrado.

Me parece oportuno, antes de seguir con esta amable plática con mi pueblo y mi público, mirar la propaganda in situ.



Resulta interesante destacar que, de los diez muchachos que están sentados tan cómodos en ese sillón un tanto exótico, al final sólo quedan tres: los que son verdaderamente amigos. Los demás se fueron cayendo fuera de la propaganda. No porque sí, claro que no, sino... ¡¡ por merecimiento propio !!

¿Queda duda alguna sobre lo que plantea la voz del humilde locutor a quien, en razón de su virtuosismo, no se lo ve?

Si por amigo entendemos cualquier relación... ¡¡ estamos fritos !! Hay diversos niveles en la interrelación personal: desconocidos, meramente conocidos, conocidos más de cerca, amigos, amigos íntimos, padres, hijos,  pareja, entenados, avivados, piratas, equilibristas, etc.

Yo, siempre chorlito en babia, demoré en darme cuenta de la existencia de algunos supuestos amigos que, en realidad, estaban usándome de manera harto alevosa, cual estropajo fidedigno o búho nocturno en libertad condicional.

Fueron varios y distintos los que, en todo tiempo pasado fue peor, me llamaban por teléfono y decían, palabras más palabras menos (como el programa del GONAP) lo siguiente, a saber:

- ¡Hola, qué tal! Recién estaba acordándome de vos y se me dio por llamarte para ver cómo andabas...
- Bastante bien, gracias, ¿y vos? - contestaba algo emocionado.
- Bien también...

PAUSA LADINA, ARTERA Y SACACORCHOS.

- Y ya que estamos hablando, ¿te acordás de cómo se traduce "wallow in the mire"?
Contestador bilingüe
- Sí, claro...

Y le decía el significado. Por aquellos tiempos, no existían ni Internet, ni Google ni, menos aún, su amigable Traductor. Si quieren saber el sentido de esta frase hecha, porque es una expresión, búsquenla porque ahora sí existe, palabra de honor y gratitud al gran Cabral, que me resulta muchísimo más simpático que Sarmiento.

Cabe destacar que por ese tiempo pretérito, a pesar de la inexistencia de Internet, sí había diccionarios impresos "Inglés - Castellano / Castellano - Inglés", al alcance de la mano entintada.

En concreto, y en relación con esas adorables llamadas integralmente interesadas y dolosas, no me daba cuenta de cómo me hicieron caer en la trampa varias veces. El último que llamó, pagó por todos pues ya me había apiolado:

- ¿Por qué no me dijiste directamente que querías que te tradujera algo obviando tu pseudo interés en mí?

Esto me pasa por confiado. Me resulta difícil dudar de la gente. Pero como escribí más arriba, sería falso decir de cualquier persona que es amiga nuestra.

Amigos verdaderos
¿Amigo?













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NO SE PIERDA EL PRÓXIMO ARTÍCULO SOBRE ESTE APASIONANTE TEMA

COMING SOON IN THIS BLOG

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lunes, 16 de enero de 2012

¡Es raro el ser humano!

¡No me van a decir que no! Somos... ¡muy raros! Me lo dijo mi perrito Babau (verde como un viejo verde), con quien coincido en toda su cosmogonía personal, que la he hecho propia con singular eficacia.

En la foto adjunta, casi no se me alcanza a ver en el momento en que estoy llevándolo de paseo para que haga sus necesidades, que no las mías.

Cuando escribí lo de "Mi cuerpo y yo", entre otras cosas puse que mi cuerpo no me "avisaba" cuando estaba enfermando, y otro montón de cosas.

Hoy, en cambio, quiero referirme a la rareza de ser uno. Eso fue lo que dije: uno, one, ein, 1 o. ¿Cómo quieren que se los diga, en pentimento o parapente?

Uno, que de ahí viene "único". "Irrepetible" tiene una raíz etimológica diferente.

Es como si juntáramos dos trozos de plastilina de distintos colores. Los retorcemos con los dedos, los amasamos sobre un papel como si fueran ñoquis, los volvemos a rejuntar con las manos, y llega un momento en que, si somos pacientes, todo el menjunje tiene el mismo color.

Aristóteles
Esta mezcolanza, planteada por Aristóteles se llama hilemorfismo, palabra de uso cotidiano en las pescaderías. Ahí el Estagirita habló, tomando un té con scones, del rejunte de la materia y la forma para conformar una substancia.

Te aclaro, mi fiel lector, que las tres palabras recién mencionadas tienen una significación muy lejanamente parecida a la que les damos en el día a día.

"Las ruinas circulares"
En el caso del ser humano, el cuerpo es la "materia", y el alma es la "forma". Por eso, algunos aristotélicos de pura cepa me interpelaron en la cuestión de que "yo (no puedo ser) habitante de mi cuerpo", por la "unión substancial" entre el cuerpo y el alma que necesito para ser "substancia humana", y no un mero sueño como en "Las ruinas circulares", novela extensísima de Jorge Luis Borges que Menem leyó de una.

No pienso discutirle al Filósofo, que argumentos tiene a carradas. Digo, por mi propia cuenta y riesgo, que cada cual adhiera a la filosofía que le venga en gana, parcial o totalmente. Porque Platón, y algunos otros filósofos coetáneos, sostenían que el hombre está compuesto de tres partes: cuerpo, alma y espíritu, es decir, "soma", "psiquis" y "neuma", en griego casero y culinario.

No recuerdo para nada la explicación que daba el discípulo de Sócrates. Puedo elucubrar la mía propia: mi cuerpo y me alma se juntan y rejuntan para formar mi substancia humana, y mi espíritu, probable titular de mi yoidad, la habita tan tranquilo, navegando por el torrente sanguíneo, como Raquel Welch en la película, fumando sentado cómodamente en los pulmones, o pensando, desde la silla turca, en la última variedad de galletitas que salió al mercado, al compás de la canción: "Johnny, la gente está muy loca" (All day, all night / What the f*ck!) - Sak Noel.

Aunque no conozcamos el auténtico origen de todo este embrollo, podemos seguir discurriendo sobre la rareza del ser humano, a pesar de hacerlo medio inciertamente.

Me resultan raras las diferencias físicas que hay entre nosotros, que en una de ésas somos seres humanos. Una cara normal, por ejemplo y tomando una sola parte, tiene frente, dos cejas, dos ojos, una nariz, dos pómulos, dos mejillas, una boca, un mentón... Bueno, si quieren también tiene dos orejas, aunque en sentido estricto no están en la cara. También tiene piel, de cualquier color que sea, mas no multicolor. A veces, sobre todo de joven, también tiene pelo y, en el caso de los varones, barbazul o teñida en los colores del espectro.

Cara normal
Le pregunto a El Pozo de la Sabiduría: ¿cómo puede ser que, con los mismos elementos, haya caras tan, pero tan diferentes?

Pozo de la  Sabiduría
Claro, el Pozo es tan profundo que nunca llego a oír bien sus respuestas porque, responder, ¡responde! A pesar de no alcanzar a distinguir lo que me dice, ¡nunca me ha dejado en la estacada! Siempre me dejó en la empantanada. Y bue, ¡es lo que hay!, expresión que revela cuán sumiso y resignado es el ser humano de este tiempo presente pluscuamperfecto (tiempo verbal que corresponde sólo al pretérito, pero que queda bárbaro en donde lo puse).

De aquí, con una garrocha ontológica, saltamos al individuo, cuya etimología y definición señalan que es un ser que no puede ser dividido o que no está dividido, si prefiere seguir siendo a dejar de ser.

Al tomar conciencia de nuestra individualidad, comienza la tarea sin fin de armonizar las partes que nos componen, más allá de si son dos, tres o veintisiete y media. Habrá muchos para quienes esto carece de total importancia; está bien, que no se armonicen. Otros, en cambio, nos hemos dado cuenta de que nacemos, en un decir, como desconectados y que debemos unirnos, si realmente decidimos ser humanos en la mayor plenitud que podamos alcanzar:

PENSAR, SENTIR Y ACTUAR EN UN MISMO SENTIDO.

¿Vieron qué fácil se dice? Ahora... ¡traten de practicarlo y después me cuentan!

Para mejor o peor, vamos llenándonos de múltiples cosas en este deambular vital de menor a mayor: valores, conocimientos, recuerdos, experiencias, afectos, emociones positivas y negativas, salud y enfermedad, etcétera y etcétera (como si "et" no significara "y", mi conjunción ilativa preferida).

Y todas estas cosas están dentro nuestro. No podemos, al llegar a casa, dejarlas sobre la mesa del comedor o en el cajón de la mesita de luz. Seguimos teniéndolas bien adentro.

Universo personal
Así, cuando nos trasladamos, llevamos con nosotros todo nuestro universo particular. Es ineludible. ¿Cuántas personas sabrán que lo llevan? No es pesado, si vamos comprendiéndolo, quitándole culpas y cucarachas que están de más, arrancando los yuyos de pequeñas broncas y sentimientos negativos, y otros.

De este modo, al ir y venir, nos trasladamos por el espacio y el tiempo con todo nuestro acervo colocado en nuestra mochila interior. Ésta será pesada o liviana según el trabajo que hayamos hecho y sigamos haciendo con ella.

Me entretiene pensar en nuestra individualidad completo-incompleta; completa en el sentido de que vamos como  un solo y único ser que transita el mundo, e incompleta porque somos finitos como fideos, y no infinitos, por mucho que deseemos serlo.

Muchas veces, yendo en colectivo, me detengo a observar a través de la ventanilla, a una persona en particular. La miro un momento y pienso: "Ahí va, toda entera, llevando consigo todo su universo". Se me hace que no son muchos los que se acuerdan de esto con cierta frecuencia, si es que están enterados.

Para ir terminando:

¿NO LES PARECE "RARO" QUE VENGAMOS DESARMONIZADOS DE FÁBRICA? ¿HABRÁ HABIDO UNA FALLA DE DISEÑO? ¿ALGÚN DESPERFECTO EN LA EJECUCIÓN?

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Se me ocurren varios temas relacionados con la extraña experiencia de la individualidad. Como son "relacionados", y no forman parte del mismo tema, los dejo para otro momento.

SALVEDAD: Necesariamente somos individuos. No obstante, en nuestra calidad de tales, podemos relacionarnos con otros individuos, y compartir lo que nos resulte posible.

Por esto, decir que el individualismo bestial que se ha instalado es consecuencia de nuestra naturaleza, es de un egoísmo superlativo que no tiene fundamento alguno, excepto en nuestras mezquindad y bajeza exacerbadas a la enésima potencia, para que logremos ser lo menos solidarios que se pueda en este cambalache febril de vértigo y pavura.

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Flor de adorno
Caballito de mar

lunes, 9 de enero de 2012

Un caso de prejuicios

En la semana que ha terminado, ocurrieron dos cosas sobre las cuales tenía intención de escribir. En razón de que son dos temas abismalmente distintos, opté por el que tiene una relación estrecha conmigo. Quizás escriba sobre el otro acontecimiento en mi próximo artículo.

Fulano es un amigo mío muy querido. Es, además, un tipo muy respetuoso, educado, e hincha de fútbol. Asimismo, y como comentario al paso, mi cariño por él es correspondido por él hacia mí, d'accord? Con lo cual, esta anécdota tiene la magnitud que tiene, y no otra. Siempre me gusta recalcar lo obvio; debe ser algo patológico y aún no me he dado cuenta.

Pues bien, a principios de la semana pasada, Fulano y yo estábamos conversando pacíficamente. Sin embargo, pero, no obstante y empero, el tiempo pasó para nosotros como para las demás personas, y no pudimos redondear las ideas que estábamos tratando. Le pedí, entonces, que me recordara que le contase lo del Homosexual. Lo escribo con mayúscula como para que no quede ninguna duda.

En 1989, éramos varios los que trabajábamos con mi hermano. Íbamos por la vida y el trabajo discurriendo con los altibajos de la hiperinflación galopante y otros detalles, pero en general estábamos bien con nosotros mismos, que no es un detalle menor.

Peluquería para mujeres
La oficina estaba en el primer piso. En la planta baja, había un estudio jurídico. En el local de al lado, había una peluquería para mujeres. Recuerden que estoy contando cosas del siglo pasado.

Uno de los tantos prejuicios de aquella época, y de ésta, es que los peluqueros para mujeres son todos homosexuales. En efecto, hay muchos que lo son. Digo: ¿no es temerario afirmar que todos lo son?

Por otro lado, no me parece que la orientación sexual sea determinante en la calidad del trabajo realizado; más bien, pienso que no tiene nada que ver.

¡Por supuesto, m'hijito, si no, no sería un prejuicio absurdo! ... aaaah... claro...  tenés razón...

Un día, sonó el teléfono. Y ahí comenzó un paso de comedia tragicómico. No recuerdo quién fue el primero en contestar ese primer llamado fatídico. La Voz, del otro lado de la línea, insinuante y acaramelada, comenzó a decir: "¿Qué tal, mi amor? ¿Cómo andás, precioso?", y cosas de índole similar hasta que el que había contestado estrelló el tubo contra el aparato. Parece que la cosa le produjo algo parecido a una erupción volcánica de arrebato en llamas y lava hirviente.

Todos tan tranquilos, el teléfono sonó una vez más. Y la Voz del Homosexual arremetió de manera parecida. Y así, con el transcurrir de los días y las llamadas, el ambiente laboral fue enturbiándose con un miasma especial, mezcla de una serie inacabable de sentimientos encontrados, alterados, inespecíficos, curriculares, prejuiciosos, estomacales, etc.

En razón de que, en un todo de acuerdo y concordante con mi propia historia, las cosas trastornadas no me asustan de entrada ni de salida, me tomé la cuestión con calmada tranquilidad.

Nos resultó evidente que el Homosexual había dado con un teléfono en el que, fuera quien fuese el que atendiera, siempre era un hombre. ¡Ja, las llamadas eran diarias!

Polvo en el viento
Uno de los más afectados, que tenía convulsiones cada vez que se atisbaba el asunto, empezó a decir que se trataba de los peluqueros de la planta baja. Nunca supe de dónde sacó esa conclusión tan arrevesada, a pesar de haber aclarado que ellos sabían que ahí solamente trabajábamos varones; si éste es un razonamiento racional, y no un cúmulo de prejuicios envueltos como para regalo, entonces mis razonamientos son polvo en el viento, o Dust in the Wind, al decir del grupo musical "Kansas".

Un vez me tocó atender el teléfono en una llamada del Homosexual. De inmediato, le di pie para que se pusiera a conversar. Fue Él, entonces, quien cortó. Para mí, no podía ser más claro que ese pobre tipo estaba más rayado que una cebra, animal emblemático si hay alguno.

Cada vez que yo atendía, el Homosexual, que ya reconocía mi voz, cortaba inmediatamente. Un día, estando yo solo en la oficina, sonó el teléfono. Supuse que era Él. Fui más rápido en hablar al atender:

- Esperá que quiero hablar con vos.

Así empezamos una charla churrigueresca. Mientras hablábamos, me dijo dos o tres cosas que me permitieron saber quién era. Lo había conocido hacía relativamente poco tiempo antes, a través de un amigo mío del Coro. Es claro, ni se me ocurrió pensar si era hétero u homo. Era espástico, por lo que se movía con mucha dificultad. En el baño, dentro de la bañadera, tenía una silla; supuse que era la única forma de tomar una ducha o dos. Vivía solo.

Fui a su casa dos veces. La segunda vez, me prestó un libro que aún conservo, pues no volví a verlo.

Disgresión: es un libro divertidísimo. Me he reído a carcajadas, estuviera en el lugar que estuviese. El típico humor británico que me sienta de maravilla.

Juego de té
Como si fuera algo casual, mientras seguía esta conversación surrealista, le dije que lo había reconocido, esto es, que sabía quién era. En esa época, recordaba su nombre. Aún recuerdo donde vivía.

Entonces, cambiamos de idioma. Seguimos charlando en inglés como quien está tomando el té con la Reina. A pesar de lo absurdo que era todo, no pude reírme. No estábamos divirtiéndonos, parodiando cualquier cosa. Continuaba pensando que el asunto era muy trastornado. Estábamos cerca. Le pregunté si quería que fuese a su casa, a charlar un rato.

Fui. Le dije que lo de las llamadas me parecía un asunto de bastante desequilibrio emocional. Le sugerí que hablase con un sacerdote, un médico, un psicólogo, o alguien que pudiera brindarle algún tipo de orientación.

Partí. Aquí termina el episodio con el Homosexual a quien, efectivamente, nunca más volví a ver.

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El viernes, es decir, antes de anteayer, Fulano y yo volvimos a encontrarnos. La vez anterior habíamos estado hablando de solidaridad, y a cuenta de esto venía mi relato de esta anécdota concreta.

A medida que avanzaba en la narración, a Fulano le comenzó un cambio en las expresiones de su rostro, las que pasaban de la sorpresa al espanto. Tuvo también, como quien dice, una erupción tipo volcánica semejante a la de mi compañero de trabajo en 1989.

Conociendo su forma de pensar, preví que el tema de la homosexualidad podía ser un detalle enojoso. Nunca imaginé que todo el asunto podía llegar a producir semejante reacción.

Mi amigo dijo de todo: que era una porquería, que cómo se me había ocurrido hacer algo así, que él nunca habría ido a su casa, e ideas prácticamente calcadas.

Me preguntó porqué al Homosexual se le había dado por hacer esas llamadas. Respondile que podía ser una forma de pornografía, es decir, de obtener una excitación de tipo sexual, no sé si se entiende...

Traté, además, de recordarle que yo al tipo lo conocía, que en ningún momento pensé en la posibilidad de que me violara, que para mí estaba pasando un momento, o una temporada, muy atravesada, y que quizás podía darle una mano, o.

Bar
Anteayer, Sábado 7 de Enero del 2012, mi amigo y yo volvimos a encontrarnos. Tuvimos una charla sosegada sobre temas que nos interesan a los dos.

Cuando llegó un momento que me pareció oportuno, le comenté que su reacción del viernes me había parecido un tanto exagerada.

Estuvo de acuerdo. Me pidió disculpas.
Agregó:

- De cualquier manera, no voy a cambiar de idea. La homosexualidad sigue pareciéndome algo malo.

- ¿Y eso qué tiene que ver? ¿En qué momento te dije que la homosexualidad me parecía algo sublime, o alguna otra imbecilidad semejante?

- En ninguno.

- Es que no se trataba de eso. Estábamos hablando de acciones solidarias. La cuestión es que el tipo estaba en un mal momento y me pareció que podía ayudarlo en algo. Quizás no todo el mundo reaccione de esta manera. Da lo mismo. Tan sólo quería contártelo...

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NOTA

Como dije en múltiples ocasiones, me gusta recalcar lo obvio. Si pensaron que no tengo ningún amigo llamado Fulano, pues acertaron.

No se gasten en pensar quién es, pues ninguno de ustedes lo conoce. Además, él tiene derecho a que su privacidad sea resguardada, y yo tengo el deber de resguardarla.

Afirmo categóricamente que Fulano permanecerá tan anónimo que es como si, efectivamente, hubiera nacido sin nombre.

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lunes, 2 de enero de 2012

¡Al carajo con los derechos!

Hasta hace cosa de quince días atrás, desconocía absolutamente la existencia de las zapatillas "Converse". Por supuesto, ahora tampoco me importaría tener este conocimiento almacenado impíamente en mi memoria, sino fuera porque.

Conocí esta marca por una publicidad de carteles en la calle. Lamentablemente, busqué el cartel correspondiente en Internet, y no lo encontré.

Nota marginal, controversial, advenediza, o. No me resultó necesario repasar los Derechos Humanos o los Derechos del Niño para darme cuenta de que, quizás e hilando finito, había algo irregular.

El cartel trae, a la izquierda, una foto confusa de un chico entre dos mujeres que no se sabe bien si lo están besando, o lamiendo, o algo por el estilo. A la derecha, tiene el siguiente letrero:

TENÉS DERECHO A ENSUCIARTE

No hay muchos de estos carteles, al menos por las calles de mi recorrido diario más habitual.

Cuando lo vi por primera vez, sentí una importante dosis de asco. A medida que seguía viéndolo, mi asco aumentaba a pasos agigantados. Ahora ya es un asco viscosamente intrínseco y visceral.

No les enrostro la culpa de este cartel tan resbaladizo a los salames que hicieron esta propaganda, porque sin lugar a dudas la cabeza no les daba para razonar un poco más adelante de las palabras tan amorosamente enchufadas.

Porque sola y exclusivamente pueden "tener derecho a ensuciarse" un taradito o una taradita de clase media acomodadita, de alrededor de 12 añitos (de ésos que nunca van a ceder el asiento en el colectivo), que están siempre hechos unos primorcitos, de tan bien lavaditos que se encuentran, vestiditos con ropita de marca, cara hasta la diarrea, y que no tienen ni la más pálida ideita de cómo hace un niñito para jugar un ratito sin que un mayorcito o una play-staicioncita se los indique.

Estoy cayendo en una trampa: estos monstruitos no tienen la culpa de ser tan repugnantes, como en efecto lo son. Los responsables de esto son los que conforman su entorno familiar: padres, abuelos, tíos, padrinos, imbéciles que pululan en el vecindario, los paladines del consumismo, la indiferencia de los demás, etc.

Ahora, les pido que miren atentamente la foto que pongo a continuación.


Este niño, junto con su hermanito, ejercieron el "derecho a ensuciarse" al máximo, no fuera a ser que ese derecho les fuera arrebatado.

Lo ejercieron con tanta intensidad que, sin que se dieran cuenta, se les convirtió en un DEBER, es decir, ahora deben estar sucios por el resto de sus días.

Para incrementar su privilegio, les fue otorgado el deber al hambre, no vaya a ser que no gocen de desnutrición y, en algún momento, alcancen el curioso estado de buena salud.

Por el mismo motivo y en un todo de acuerdo con lo que antecede, les fue concedido el deber a la indigencia para que, como mínimo, no fueran sometidos ni siquiera a los tratamientos médicos de los hospitales públicos.

Asimismo, han sido condecorados con el deber a la intemperie. De este modo, se aseguran de tener una casa de chapa y cartón, que se vuele como gentil barrilete ante cualquier viento que sople.

Muy afortunadamente, cayeron en el radio de acción de las autoridades, quienes enseguida se ocuparon de que no les faltara el deber a la ignorancia. Esto consiste en liberarlos de ir a cualquier clase de establecimiento educativo, evitándoles el enojoso aprendizaje de leer y escribir, sumar y restar, algo de historia, o lo que fuera.

Ante tanto empalagoso arrebato de prebendas, que induce a las señoras y a los señores a afirmar, con plena y confiada justicia, que estas personas viven así porque quieren...

me duele el pecho... llamo a emergencias... se me nubla la vista... me parece ver el rostro de mi hermana mayor... lo último que recuerdo es ver, por tercera vez, las luces de Unidad Coronaria...

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