lunes, 9 de enero de 2012

Un caso de prejuicios

En la semana que ha terminado, ocurrieron dos cosas sobre las cuales tenía intención de escribir. En razón de que son dos temas abismalmente distintos, opté por el que tiene una relación estrecha conmigo. Quizás escriba sobre el otro acontecimiento en mi próximo artículo.

Fulano es un amigo mío muy querido. Es, además, un tipo muy respetuoso, educado, e hincha de fútbol. Asimismo, y como comentario al paso, mi cariño por él es correspondido por él hacia mí, d'accord? Con lo cual, esta anécdota tiene la magnitud que tiene, y no otra. Siempre me gusta recalcar lo obvio; debe ser algo patológico y aún no me he dado cuenta.

Pues bien, a principios de la semana pasada, Fulano y yo estábamos conversando pacíficamente. Sin embargo, pero, no obstante y empero, el tiempo pasó para nosotros como para las demás personas, y no pudimos redondear las ideas que estábamos tratando. Le pedí, entonces, que me recordara que le contase lo del Homosexual. Lo escribo con mayúscula como para que no quede ninguna duda.

En 1989, éramos varios los que trabajábamos con mi hermano. Íbamos por la vida y el trabajo discurriendo con los altibajos de la hiperinflación galopante y otros detalles, pero en general estábamos bien con nosotros mismos, que no es un detalle menor.

Peluquería para mujeres
La oficina estaba en el primer piso. En la planta baja, había un estudio jurídico. En el local de al lado, había una peluquería para mujeres. Recuerden que estoy contando cosas del siglo pasado.

Uno de los tantos prejuicios de aquella época, y de ésta, es que los peluqueros para mujeres son todos homosexuales. En efecto, hay muchos que lo son. Digo: ¿no es temerario afirmar que todos lo son?

Por otro lado, no me parece que la orientación sexual sea determinante en la calidad del trabajo realizado; más bien, pienso que no tiene nada que ver.

¡Por supuesto, m'hijito, si no, no sería un prejuicio absurdo! ... aaaah... claro...  tenés razón...

Un día, sonó el teléfono. Y ahí comenzó un paso de comedia tragicómico. No recuerdo quién fue el primero en contestar ese primer llamado fatídico. La Voz, del otro lado de la línea, insinuante y acaramelada, comenzó a decir: "¿Qué tal, mi amor? ¿Cómo andás, precioso?", y cosas de índole similar hasta que el que había contestado estrelló el tubo contra el aparato. Parece que la cosa le produjo algo parecido a una erupción volcánica de arrebato en llamas y lava hirviente.

Todos tan tranquilos, el teléfono sonó una vez más. Y la Voz del Homosexual arremetió de manera parecida. Y así, con el transcurrir de los días y las llamadas, el ambiente laboral fue enturbiándose con un miasma especial, mezcla de una serie inacabable de sentimientos encontrados, alterados, inespecíficos, curriculares, prejuiciosos, estomacales, etc.

En razón de que, en un todo de acuerdo y concordante con mi propia historia, las cosas trastornadas no me asustan de entrada ni de salida, me tomé la cuestión con calmada tranquilidad.

Nos resultó evidente que el Homosexual había dado con un teléfono en el que, fuera quien fuese el que atendiera, siempre era un hombre. ¡Ja, las llamadas eran diarias!

Polvo en el viento
Uno de los más afectados, que tenía convulsiones cada vez que se atisbaba el asunto, empezó a decir que se trataba de los peluqueros de la planta baja. Nunca supe de dónde sacó esa conclusión tan arrevesada, a pesar de haber aclarado que ellos sabían que ahí solamente trabajábamos varones; si éste es un razonamiento racional, y no un cúmulo de prejuicios envueltos como para regalo, entonces mis razonamientos son polvo en el viento, o Dust in the Wind, al decir del grupo musical "Kansas".

Un vez me tocó atender el teléfono en una llamada del Homosexual. De inmediato, le di pie para que se pusiera a conversar. Fue Él, entonces, quien cortó. Para mí, no podía ser más claro que ese pobre tipo estaba más rayado que una cebra, animal emblemático si hay alguno.

Cada vez que yo atendía, el Homosexual, que ya reconocía mi voz, cortaba inmediatamente. Un día, estando yo solo en la oficina, sonó el teléfono. Supuse que era Él. Fui más rápido en hablar al atender:

- Esperá que quiero hablar con vos.

Así empezamos una charla churrigueresca. Mientras hablábamos, me dijo dos o tres cosas que me permitieron saber quién era. Lo había conocido hacía relativamente poco tiempo antes, a través de un amigo mío del Coro. Es claro, ni se me ocurrió pensar si era hétero u homo. Era espástico, por lo que se movía con mucha dificultad. En el baño, dentro de la bañadera, tenía una silla; supuse que era la única forma de tomar una ducha o dos. Vivía solo.

Fui a su casa dos veces. La segunda vez, me prestó un libro que aún conservo, pues no volví a verlo.

Disgresión: es un libro divertidísimo. Me he reído a carcajadas, estuviera en el lugar que estuviese. El típico humor británico que me sienta de maravilla.

Juego de té
Como si fuera algo casual, mientras seguía esta conversación surrealista, le dije que lo había reconocido, esto es, que sabía quién era. En esa época, recordaba su nombre. Aún recuerdo donde vivía.

Entonces, cambiamos de idioma. Seguimos charlando en inglés como quien está tomando el té con la Reina. A pesar de lo absurdo que era todo, no pude reírme. No estábamos divirtiéndonos, parodiando cualquier cosa. Continuaba pensando que el asunto era muy trastornado. Estábamos cerca. Le pregunté si quería que fuese a su casa, a charlar un rato.

Fui. Le dije que lo de las llamadas me parecía un asunto de bastante desequilibrio emocional. Le sugerí que hablase con un sacerdote, un médico, un psicólogo, o alguien que pudiera brindarle algún tipo de orientación.

Partí. Aquí termina el episodio con el Homosexual a quien, efectivamente, nunca más volví a ver.

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El viernes, es decir, antes de anteayer, Fulano y yo volvimos a encontrarnos. La vez anterior habíamos estado hablando de solidaridad, y a cuenta de esto venía mi relato de esta anécdota concreta.

A medida que avanzaba en la narración, a Fulano le comenzó un cambio en las expresiones de su rostro, las que pasaban de la sorpresa al espanto. Tuvo también, como quien dice, una erupción tipo volcánica semejante a la de mi compañero de trabajo en 1989.

Conociendo su forma de pensar, preví que el tema de la homosexualidad podía ser un detalle enojoso. Nunca imaginé que todo el asunto podía llegar a producir semejante reacción.

Mi amigo dijo de todo: que era una porquería, que cómo se me había ocurrido hacer algo así, que él nunca habría ido a su casa, e ideas prácticamente calcadas.

Me preguntó porqué al Homosexual se le había dado por hacer esas llamadas. Respondile que podía ser una forma de pornografía, es decir, de obtener una excitación de tipo sexual, no sé si se entiende...

Traté, además, de recordarle que yo al tipo lo conocía, que en ningún momento pensé en la posibilidad de que me violara, que para mí estaba pasando un momento, o una temporada, muy atravesada, y que quizás podía darle una mano, o.

Bar
Anteayer, Sábado 7 de Enero del 2012, mi amigo y yo volvimos a encontrarnos. Tuvimos una charla sosegada sobre temas que nos interesan a los dos.

Cuando llegó un momento que me pareció oportuno, le comenté que su reacción del viernes me había parecido un tanto exagerada.

Estuvo de acuerdo. Me pidió disculpas.
Agregó:

- De cualquier manera, no voy a cambiar de idea. La homosexualidad sigue pareciéndome algo malo.

- ¿Y eso qué tiene que ver? ¿En qué momento te dije que la homosexualidad me parecía algo sublime, o alguna otra imbecilidad semejante?

- En ninguno.

- Es que no se trataba de eso. Estábamos hablando de acciones solidarias. La cuestión es que el tipo estaba en un mal momento y me pareció que podía ayudarlo en algo. Quizás no todo el mundo reaccione de esta manera. Da lo mismo. Tan sólo quería contártelo...

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NOTA

Como dije en múltiples ocasiones, me gusta recalcar lo obvio. Si pensaron que no tengo ningún amigo llamado Fulano, pues acertaron.

No se gasten en pensar quién es, pues ninguno de ustedes lo conoce. Además, él tiene derecho a que su privacidad sea resguardada, y yo tengo el deber de resguardarla.

Afirmo categóricamente que Fulano permanecerá tan anónimo que es como si, efectivamente, hubiera nacido sin nombre.

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3 comentarios:

  1. Muy bueno, insisto en que es una pena, habiendo tantos blogs pésimos, rodando por el ciber espacio, que éste no sea más conocido.
    La homosexualidad no es algo bueno, tampoco el cáncer, ni la ceguera, no es "normal". Se aparta de la norma de la naturaleza. Aparte de eso no es tampoco, desde el punto de vista moral, mala o buena...eso son las acciones de alguien "medidas" por una regla ética que depende.me parece que desde el punto de vista de la homo basta la ley natural que está bastante clara. La homosexualidad no es ni buena ni mala, no es algo acorde a la naturalez<a y sus acciones violentan la ley natural y no hacen mejor a la persona. Sigo otro día

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  2. Me pareció excelente el articulo, y mas aun el final, el tema no es si esta bien o mal, es natural o no, sea sano o insalubre...es tener la voluntad de utilizar el tiempo y la energía propia en quien la necesita.
    Un beso Carloncho!

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  3. Coincido con Raquel en que más que buena o mala, la homosexualidad es antinatural. De cualquier forma, más allá de este tema, que las personas realicen cosas que sean entendidas por otros como malas, no las convierte en seres perversos. Hay que condenar el pecado, no al pecador... Por cierto, muy buena tu actitud solidaria Carlos María, algo que todos debemos aprender y llevar a las máximas consecuencias, como veo que vos hiciste, te felicito.

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