lunes, 16 de enero de 2012

¡Es raro el ser humano!

¡No me van a decir que no! Somos... ¡muy raros! Me lo dijo mi perrito Babau (verde como un viejo verde), con quien coincido en toda su cosmogonía personal, que la he hecho propia con singular eficacia.

En la foto adjunta, casi no se me alcanza a ver en el momento en que estoy llevándolo de paseo para que haga sus necesidades, que no las mías.

Cuando escribí lo de "Mi cuerpo y yo", entre otras cosas puse que mi cuerpo no me "avisaba" cuando estaba enfermando, y otro montón de cosas.

Hoy, en cambio, quiero referirme a la rareza de ser uno. Eso fue lo que dije: uno, one, ein, 1 o. ¿Cómo quieren que se los diga, en pentimento o parapente?

Uno, que de ahí viene "único". "Irrepetible" tiene una raíz etimológica diferente.

Es como si juntáramos dos trozos de plastilina de distintos colores. Los retorcemos con los dedos, los amasamos sobre un papel como si fueran ñoquis, los volvemos a rejuntar con las manos, y llega un momento en que, si somos pacientes, todo el menjunje tiene el mismo color.

Aristóteles
Esta mezcolanza, planteada por Aristóteles se llama hilemorfismo, palabra de uso cotidiano en las pescaderías. Ahí el Estagirita habló, tomando un té con scones, del rejunte de la materia y la forma para conformar una substancia.

Te aclaro, mi fiel lector, que las tres palabras recién mencionadas tienen una significación muy lejanamente parecida a la que les damos en el día a día.

"Las ruinas circulares"
En el caso del ser humano, el cuerpo es la "materia", y el alma es la "forma". Por eso, algunos aristotélicos de pura cepa me interpelaron en la cuestión de que "yo (no puedo ser) habitante de mi cuerpo", por la "unión substancial" entre el cuerpo y el alma que necesito para ser "substancia humana", y no un mero sueño como en "Las ruinas circulares", novela extensísima de Jorge Luis Borges que Menem leyó de una.

No pienso discutirle al Filósofo, que argumentos tiene a carradas. Digo, por mi propia cuenta y riesgo, que cada cual adhiera a la filosofía que le venga en gana, parcial o totalmente. Porque Platón, y algunos otros filósofos coetáneos, sostenían que el hombre está compuesto de tres partes: cuerpo, alma y espíritu, es decir, "soma", "psiquis" y "neuma", en griego casero y culinario.

No recuerdo para nada la explicación que daba el discípulo de Sócrates. Puedo elucubrar la mía propia: mi cuerpo y me alma se juntan y rejuntan para formar mi substancia humana, y mi espíritu, probable titular de mi yoidad, la habita tan tranquilo, navegando por el torrente sanguíneo, como Raquel Welch en la película, fumando sentado cómodamente en los pulmones, o pensando, desde la silla turca, en la última variedad de galletitas que salió al mercado, al compás de la canción: "Johnny, la gente está muy loca" (All day, all night / What the f*ck!) - Sak Noel.

Aunque no conozcamos el auténtico origen de todo este embrollo, podemos seguir discurriendo sobre la rareza del ser humano, a pesar de hacerlo medio inciertamente.

Me resultan raras las diferencias físicas que hay entre nosotros, que en una de ésas somos seres humanos. Una cara normal, por ejemplo y tomando una sola parte, tiene frente, dos cejas, dos ojos, una nariz, dos pómulos, dos mejillas, una boca, un mentón... Bueno, si quieren también tiene dos orejas, aunque en sentido estricto no están en la cara. También tiene piel, de cualquier color que sea, mas no multicolor. A veces, sobre todo de joven, también tiene pelo y, en el caso de los varones, barbazul o teñida en los colores del espectro.

Cara normal
Le pregunto a El Pozo de la Sabiduría: ¿cómo puede ser que, con los mismos elementos, haya caras tan, pero tan diferentes?

Pozo de la  Sabiduría
Claro, el Pozo es tan profundo que nunca llego a oír bien sus respuestas porque, responder, ¡responde! A pesar de no alcanzar a distinguir lo que me dice, ¡nunca me ha dejado en la estacada! Siempre me dejó en la empantanada. Y bue, ¡es lo que hay!, expresión que revela cuán sumiso y resignado es el ser humano de este tiempo presente pluscuamperfecto (tiempo verbal que corresponde sólo al pretérito, pero que queda bárbaro en donde lo puse).

De aquí, con una garrocha ontológica, saltamos al individuo, cuya etimología y definición señalan que es un ser que no puede ser dividido o que no está dividido, si prefiere seguir siendo a dejar de ser.

Al tomar conciencia de nuestra individualidad, comienza la tarea sin fin de armonizar las partes que nos componen, más allá de si son dos, tres o veintisiete y media. Habrá muchos para quienes esto carece de total importancia; está bien, que no se armonicen. Otros, en cambio, nos hemos dado cuenta de que nacemos, en un decir, como desconectados y que debemos unirnos, si realmente decidimos ser humanos en la mayor plenitud que podamos alcanzar:

PENSAR, SENTIR Y ACTUAR EN UN MISMO SENTIDO.

¿Vieron qué fácil se dice? Ahora... ¡traten de practicarlo y después me cuentan!

Para mejor o peor, vamos llenándonos de múltiples cosas en este deambular vital de menor a mayor: valores, conocimientos, recuerdos, experiencias, afectos, emociones positivas y negativas, salud y enfermedad, etcétera y etcétera (como si "et" no significara "y", mi conjunción ilativa preferida).

Y todas estas cosas están dentro nuestro. No podemos, al llegar a casa, dejarlas sobre la mesa del comedor o en el cajón de la mesita de luz. Seguimos teniéndolas bien adentro.

Universo personal
Así, cuando nos trasladamos, llevamos con nosotros todo nuestro universo particular. Es ineludible. ¿Cuántas personas sabrán que lo llevan? No es pesado, si vamos comprendiéndolo, quitándole culpas y cucarachas que están de más, arrancando los yuyos de pequeñas broncas y sentimientos negativos, y otros.

De este modo, al ir y venir, nos trasladamos por el espacio y el tiempo con todo nuestro acervo colocado en nuestra mochila interior. Ésta será pesada o liviana según el trabajo que hayamos hecho y sigamos haciendo con ella.

Me entretiene pensar en nuestra individualidad completo-incompleta; completa en el sentido de que vamos como  un solo y único ser que transita el mundo, e incompleta porque somos finitos como fideos, y no infinitos, por mucho que deseemos serlo.

Muchas veces, yendo en colectivo, me detengo a observar a través de la ventanilla, a una persona en particular. La miro un momento y pienso: "Ahí va, toda entera, llevando consigo todo su universo". Se me hace que no son muchos los que se acuerdan de esto con cierta frecuencia, si es que están enterados.

Para ir terminando:

¿NO LES PARECE "RARO" QUE VENGAMOS DESARMONIZADOS DE FÁBRICA? ¿HABRÁ HABIDO UNA FALLA DE DISEÑO? ¿ALGÚN DESPERFECTO EN LA EJECUCIÓN?

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Se me ocurren varios temas relacionados con la extraña experiencia de la individualidad. Como son "relacionados", y no forman parte del mismo tema, los dejo para otro momento.

SALVEDAD: Necesariamente somos individuos. No obstante, en nuestra calidad de tales, podemos relacionarnos con otros individuos, y compartir lo que nos resulte posible.

Por esto, decir que el individualismo bestial que se ha instalado es consecuencia de nuestra naturaleza, es de un egoísmo superlativo que no tiene fundamento alguno, excepto en nuestras mezquindad y bajeza exacerbadas a la enésima potencia, para que logremos ser lo menos solidarios que se pueda en este cambalache febril de vértigo y pavura.

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Flor de adorno
Caballito de mar

5 comentarios:

  1. Muy bueno, sobre todo lo referente a la individualidad, a la cual adhiero.
    Qué diferencia hay (para vos) entre alma y espíritu?

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  2. A grueso error, el "alma" (o psiquis) sería la parte nuestra de donde nacen los pensamientos, las emociones, los gustos, algunos afectos más elementales, las pautas de conducta, etc.

    En cambio, el "espíritu" (o neuma) sería la parte nuestra que es la que realmente nos hacer ser lo que somos, y es donde generamos los sentimientos más importantes, como el amor, y que nos constituye en seres trascendentes.

    A grueso error, digo, ¿vio esta doña?

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  3. Buenas, interesante este blog. Entré la semana pasada y me gustó mucho el artículo de los prejuicios. No tuve tiempo para dejar un comentario. De a poco iré leyendo las entradas anteriores. Esas cosas que decis sobre el individuo son muy importants. Hasta pronto. Manolo

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  4. ¿Y la palabrota? ¿Acaso no era "perdón por la palabrota"? Me pierdo en un mar de palabras, pero no de malas palabras, ¡ja!

    La diferencia, para mí, estriba en una cuestión de niveles en una especie de escala ontológica.

    No puedo ser más claro porque esto es lo único que sé para mí mismo.

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  5. A grosso me parece que la cosa se complica haciendo sutiles distinciones metafísicas entre espíritú y alma.
    Yo entiendo (ojo y no me equivoco casi nunca) que el alma o el espititu es el (no sé escribirlo en frances) el principio vital, el iam vital, que da sustancia a la materia con la que conformamos la persona, o sea yo (por ej.) ejemplo)

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