domingo, 27 de julio de 2014

Ser... parecer... y aunque la mona...

Como dije en un artículo anterior, los seres humanos somos ¡muy raros!, no sé, digo.

Se nos ha dado por creer que, asigún sean nuestros modales, nuestra vestimenta, la posición social, etc. somos intrínsecamente mejores personas que otros seres humanos.

¿Han pensado algo más ridículo, absurdo, arbitrario y falso?

Hay quienes, sosteniendo este pensamiento por demás estrafalario, proclaman la falaz expresión de que "no sólo hay que ser, sino parecer".

Pregunto entonces, al acaso y al ocaso, si alguien parece lo que no es, ¿cómo me doy cuenta? ¿Es la apariencia sólo suficiente para un manejo social justo y solidario?

¿No era cierta la frase de Jesús "por sus frutos los conoceréis"?

Y esta cita no tiene nada que ver con Dios, con la Fe ni nada de eso; es tan sólo una pauta sagaz de manejo en las relaciones interpersonales.

No obstante, insisto -repetitivo cual cebolla mal plantada-, que, para algunos, la Elegancia es todo, todo lo que una persona verdaderamente valiosa tiene que poseer.

Por ejemplo, en las comidas. ¡Ja!

¡Qué absurdo es comer! Sino fuera que tengo que alimentar mi cuerpo para no morir de inanición, no comería. Comer no me atrae para nada.

Me parecen comiquísimas las comidas “elegantes”: mantel de hilo, platos de Limoges, cubiertos de plata, copas de Baccarat ...

Tengo la impresión de que, por la importancia que le dan, para muchas personas esa elegancia sería eterna cuando, en realidad, se esfuma poco tiempo después en el baño. ¿O acaso no son ambas cosas etapas del mismo proceso?

Por esto no comprendo que la primera “cosa” se haga tan naturalmente (y... ¡en público!) y la “otra” sea... ¡¡¡ tan privada !!!

Para mí el único sentido que tiene comer, o salir a tomar algo, es que brinda la oportunidad de reunirse y conversar. Esto sí me parece importante.


Sin embargo, este inodoro es una verdadera belleza, ¿viste?, tan apropiado, tan floreado, tan de loza, tan...




Pero la cosa de real trascendencia está en disimular haciendo de cuenta, o como de mentirita, que esta segunda etapa del mismo proceso no se da en realidad.

Entonces la Elegancia continúa in aeternum. Todos los Elegantes miran para otro lado, haciéndose los distraídos, y ponen cara de "aquí no pasó nada", gracias a Glade y tantos otros desodorantes de ambientes (Lysoform, Poett, et cétera y etc.).

Los esfuerzos por simular que esa clase superior de gente no transpira, no duerme, no va al baño, no se cansa y demás, son por completo fútiles.

Entonces, como una fatalidad inevitable, hubo algunos que, astuta y arteramente, optaron por inventar perfumes, pelucas, y artefactos de baño paquetísimos que los forzados a utilizarlos se quedan de una pieza, living, comedor, cocina y, claro está, baño.


¡¡  EN  FIN  !!


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¿Y qué decir de la ropa?



AUNQUE LA MONA

SE 


VISTA DE SEDA, 

MONA SE QUEDA.

(¡Lucre, estás monísima! - N. del T.)


Ésta es la segunda expresión que me produce una repugnancia esencial.

La primera, y que la escribo con todas las salvedades posibles y bastante resquemor, es negro de mierda.

Volviendo a la mona, opino que es absolutamente normal, para ella y para todas las demás, que se ponga la ropa que sea, va a seguir siendo acorde a su naturaleza esencial.

A menos que se ponga la capa de Harry Potter y, así, desaparezca de la vista de los Elegantes.




Bobaliconamente, los Elegantes creen que son ellos los que se visten con ropa mágica, que les cubre, oculta o aparenta que a ellos no les caben las necesidades y efectos del cuerpo físico que se nos ha dado al nacer.

¿Por qué no mencionar los tiradores para sostener los pantalones, las ligas para las medias, la pechera que sólo cubre el espacio libre que deja visible el chaleco del frac el que, además, ha sido alquilado en la mayoría de los casos?

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Respecto de esta deleznable frase, quiero hacer otro comentario.

Es de una discriminación social de proporciones MAYÚSCULAS, peyorativa hasta la repugnancia.

Traducida a un lenguaje común es como decir:

"No tiene sentido que la gente de clase baja se ponga ropa fina porque eso no va a variar su condición de inferiores".

Puede agregarse:

"Tenemos que cuidar nuestro status, no vaya a ser que estos homínidos trepadores nos ensucien, con sus garras engrasadas, nuestras ropas tan justamente elegantes".


Amado público,mi pueblo tan fiel, lectores esporádicos, los invito a que seamos auténticamente nosotros mismos, intentando siempre ser mejores en relación a lo que vamos cambiando.

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DIÓGENES

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Querida comadre:
      Me complace mucho que este artículo, como otros anteriores, también le haya gustado.

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