jueves, 22 de septiembre de 2011

Aquí tenéis reloj. Allí tenemos tiempo.



ADVERTENCIA: La foto y la entrevista que figuran en esta entrada me las enviaron por mail el 30 de Mayo. Lo absurdo no está en la entrevista, claro, sino en nuestro apuro, nuestra urgencia. Éstos casi siempre nos llevan al estrellado. Obviamente, hay momentos de urgencia vital; por ej., cuando se presenta un infarto agudo de miocardio o un edema agudo de pulmón. Esto lo sé por experiencia propia. Pero en general...

PENA DE ÚLTIMO MOMENTO: Ayer vi un archivo PowerPoint hecho con esta entrevista. Tiene imágenes muy buenas del Sahara, y una muy buena música. Pero (porque siempre hay un pero) en este caso, arruina lo que la entrevista quiere destacar, porque la ilustración y el sonido dificultan la lectura, al menos a mí. Puede ser que, en cambio, para muchos sea algo positivo.
Estuve a punto de no publicar esta entrada; voy a hacerlo igual pues cabe la posibilidad de que haya otras personas a las que le suceda algo parecido a lo que a mí me ocurre.

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Esta historia es real. Vale la pena tomarse unos minutos y leerla lentamente. Es una entrevista realizada a un tuareg ... los hombres azules del desierto. Son nómades. 
Y es hoy ... ahora ... en este momento ... 
Tan cerca y  ...  ¡tan lejos!



MOUSSA AG ASSARID
No sé mi edad; nací en el Sahara, sin papeles...
… en un campamento nómade tuareg, entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Soy soltero. Defiendo a los pastores tuaregs. Soy musulmán, sin fanatismos.
- ¡Qué turbante tan hermoso!
- Es una fina tela de algodón; permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.
- Es de un azul bellísimo...
- A los tuaregs nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados.
- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?
- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuaregs, es el color del mundo.
- ¿Por qué?
- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
- ¿Quiénes son los tuaregs?
- Tuareg significa "abandonado", porque somos un viejo pueblo nómade del desierto, solitario, orgulloso. "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.
- ¿Cuántos son?
- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómades. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio. Yo lucho por preservar este pueblo.
- ¿A qué se dedican?
- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinitud y silencio...
- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?
- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?
- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!
- ¿Sí? No parece muy estimulante...
- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello; si te pierdes, te llevará a donde hay agua.

- Saber eso es valioso, sin duda...
- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!
- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?
- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!
- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?
- Vi correr a la gente por el aeropuerto. ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro.
- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...
- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté. Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida. Vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.
- ¡Qué abundancia, qué derroche, ¿no?!
- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...
- ¿Tanto como eso?
- Sí. A principios de los ’90 hubo una gran sequía; murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió. ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.
- ¿Qué pasó con su familia?
- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa. Entendí: mi madre estaba ayudándome.
- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?
- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo.
- ¡Y lo logró!
- Sí. Y así fue cómo logré una beca para estudiar en Francia.
- ¡Un tuareg en la universidad!
- ¡Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella! Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.
- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?
- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia os pasáis la vida quejándoos! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa… En el desierto, no hay atascos, ¿y sabes porqué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!
- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.
- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...
- Fascinante, desde luego...
- Es un momento mágico. Entramos todos a la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor… La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor…
- ¡Qué paz!
- Aquí tenéis reloj. Allí tenemos tiempo.


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3 comentarios:

  1. Hermosísimo, nunca lo había leído. Impresiona enormemente. Aquí tenemos reloj....allí tienen tiempo. Dios mío, cuánto quisiera tener y valorar el tiempo

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  2. ¡Es que lo tenemos! Es cuestión de saber ubicar las prioridades. ¿Sabés con quién he charlado bastante de esto? Con el oculista que me operó del glaucoma.

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  3. Buenooo, me opraré de glaucoma!!!!

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