lunes, 26 de septiembre de 2011

Nuevos valores

"Cambia, todo cambia" cantaba entusiasmada Mercedes Sosa, en Diciembre de 1984, cuando fui a escucharla en el recital que dio en el Estadio de Rosario Central. De ahí se publicó el disco "¿Será posible el Sur?", que sigue pareciéndome muy bueno.

No obstante, la cuestión del cambio no comenzó con esta excelente cantante. Viene de antigua data. Según recuerdo, una polémica importante se dio entre Parménides y Heráclito, presocráticos de la primera hora.

¡Si los habré escuchado debatir! Todos los sábados de verano, en la tardecita templada, venían a casa a charlar con mi padre. En el patio principal, se sentaban orondos mientras mi madre, con la gentileza que la caracterizaba, les cebaba mate.

Parménides
Parménides era un hombre alto, bien parecido. De postura hiératica, recogía prolijamente su túnica en su brazo izquierdo, y casi no reía. Se podría decir, en una comparación odiosa y fétida como todas las comparaciones, que se parecía al papa Pío XII.

Heráclito
Heráclito, en cambio, era más bien bajo, regordete, que siempre sonreía. Llevaba su túnica medio arrugada, pero limpita. En una similar comparación, podría decirse que era un Juan XXIII un tantico más antiguo.

Como dije, en verano se reunían en casa. En invierno, en cambio, iban a lo de Heráclito, quien tenía la chimenea siempre prendida. Es claro, si para este filósofo bonachón, el arjé (principio constitutivo del Universo) era el Fuego, no iba a ser él, precisamente él, quien apagara la chimenea, ¿no?

Parménides, con un hablar pausado, insistía con que el universo era estático. Heráclito, por su parte, reiteraba que todo estaba en permanente movimiento. De ahí viene la frase transmitida por Platón, con el bollo ése de que no nos bañamos dos veces en el mismo río y patatín y patatán.

Yo, agazapado detrás de una persiana, pasaba ratos entretenidísimos oyéndolos argüir con vehemencia y educación galante en ambos casos. Mi padre, que no tenía la misma labia, sin embargo hacía sus aportes que permitían, como mínimo, seguir con la charla sin mayores tropiezos.

Hasta que llegó un día en que Parménides se enojó. Levantando levemente el tono de su voz, dijo:

- Discúlpenme, me retiro. Esta conversación no da para más.

Y se fue. Heráclito, sonriendo, prendió un pucho mientras le decía a mi padre:

- No te preocupés, Pete. Ya se le va a pasar. Claro ejemplo de lo que vengo diciendo: recién, por el enojo, cambió, y ni se dio cuenta. Después, cuando se le pase el enojo, volverá al pago. Si nos queremos un montón...

Calas para velorio
De golpe, se oyó un gran estruendo, y gente que gritaba a voz en cuello. Todos salimos a ver qué pasaba. Parménides, mortalmente herido, yacía en medio de la calzada; acababa de atropellarlo un camión para la recolección de residuos.

Los peritos policiales, forenses y particulares, dictaminaron que la culpa fue del difunto, pues cruzó distraído.

Y sí, el enojo contenido lo cegó y no pudo ver el camino con claridad.

FINAL TRISTE

Pero la cuestión del cambio seguía sin resolverse. Pasó el tiempo y llegó, una vez más (resurge como el ave fénix cada vez que se lo necesita), el campechano Aristóteles, resolviendo la cuestión con su teoría de la potencia y el acto.

De esta manera, desde el punto de vista filosófico se comprende que el cambio es posible, y experimentalmente podemos comprobarlo, tal como señaló Diógenes, otro filósofo coetáneo: "El movimiento se demuestra andando".

Cambios en las temperaturas
La civilización humana, tan terrenal como las demás cosas de la Tierra, cambia y cambia, y vuelve a cambiar. Es de locos, pero no para nunca. El punto, en este aspecto concreto, es si evoluciona o involuciona. Y no crean, ávidos detractores de este blog, que éste es un tema menor.

La mayoría de las personas opinan que, por el solo hecho de cambiar, la civilización progresa. No cabe duda de que el avance tecnológico ha sido enorme y, en sí mismo, extraordinario. Un problema grave reside en cómo se usan dichos avances.

El teléfono celular es, por ejemplo, uno de esos increíbles desarrollos. A pesar de esto, ya he escuchado, bastantes veces, a diversas personas decir que, en esta época de las comunicaciones, estamos menos comunicados. Empiezo a intuir que no todos opinan que el movimiento de la civilización humana es inexorablemente evolución.

Y así, mientras la sociedad humana cambia, van cambiando los valores que ésta sostiene como buenos. Desde hace unos años, la Venganza viene surgiendo desde el lodo primordial, elevándose cada vez más a niveles de mayor altura y jerarquía.

¿Justicia qué?
Daría la impresión de que la Ley del Talión ha resurgido con resplandores apocalípticos. Enunciada dos veces en el Antiguo Testamento (Deuteronomio, Cap. 19, último versículo; Levítico, Cap.24, vs 17-20), se trata, según algunos comentadores, de un esbozo primitivo del concepto de justicia.

Quizás haya sido así en aquellos tiempos pasados y pretéritos pluscuamperfectos. Pero hoy en día, vendría a ser algo así: ojo por ojo, vení que te reviento. ¿Y los dientes? Se los donamos a la Facultad de Odontología para implantes deplorables.

Pinza para arrancar dientes
Nadie duda de que doña Venganza existió siempre, pero ahora se ha revestido de un halo especial. Cómo será, si no, que ya estamos en la tercera temporada de novelas televisivas que le brindan un lugar preferencial en sus argumentos; a saber:

- "Valientes", en el 2009.
- "Malparida", en el 2010.
- "Herederos de una venganza", actualmente en emisión.

Y con parsimonia ritual, de manera perversa las agencias publicitarias no perdieron la ocasión de utilizar a esta Dama para sus propios fines inescrupulosos, porque se pone en duda si el fin justifica, o no, los medios.

Así, estamos viendo como quien oye llover, la siguiente pauta:


Y para que no me acusen de machista, sexista, discriminador por género, botellero loco, o cualquier otra cosa, aquí les presento la pauta correlativa, a saber:


Es tan horripilantemente ATROZ que se recurra a la Venganza, como si fuera un valor maravilloso, para que sea el leit-motiv que lleve el hilo conductor de ambas propagandas que, por más que lo intente, nunca podré tomarlas en broma.

No me cabe en la cabeza que exista alguien tan retorcido y malévolo como para concebir estas publicidades tan feroces, donde la Venganza desempeñe un papel fundamental, en un ambiente civilizado, sin nerviosismos, con voz calma... ¡total naturalidad para que surja el monstruo!

Si no me fuerzo a poner ya un toque de humor, caeré sin remedio al precipicio de la desesperanza.


Otro más:

Flor de Adorno

3 comentarios:

  1. Qué perversidad en los anuncios. Tan perversos son, que hasta parecen normales. No dejemos de condenar inexorablemente ese tipo de cosa. El daño es más profundo que una patada en la cara.
    Perdonemos las personas, pero no los hechos.
    Un abrazo.

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  2. Bueeeeenoooo, pienso igual que Alvaro pero me quedo con Mamy cebando mate...ese toque esta divino

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  3. Releo el artículo y una vez más me quedo pasmada de la maldad de las propagandas del BBVF. Efectivamente es un poco largo pero es muy bueno.La venganza está en el corazón del hombre...en su raíz, causada por el "pecado original"(?). de manera que lo que se muestra es muy humano. Qué tal si ahora insertas algo más optimista?

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