lunes, 19 de septiembre de 2011

¡Pobre fulano!

¡No hay caso! La publicidad continúa... ¡reventándome el hígado y mi alrededor cuántico como todos los días! Tonto que soy, no me acostumbro y no puedo dejar de mirar tanta bobada perniciosa.

¿Es que no hay nadie, o casi nadie, que sea por sí mismo, sin hacer depender su esencia de cosas que lo mantengan en el aire, cual globo destartalado y bucólico, antes de caer y hacerse percha?




Este tipo me da lástima. Me da vergüenza ajena verlo pasar (cóndor ni por casualidad) por el peaje la primera vez. A pesar de que casi se cae por la ventanilla,  la chica ni se entera de su existencia anfibia, de tan volátil que es.

¡Zas, a otro que se le ilumina la lamparita bajo consumo!
Va volando (no se ve, pero lo intuyo) a recuperar su estilo, en un súper o en una casa de artículos de limpieza, y compra un repuesto para su maravilloso, apoteótico, deslumbrante, homeopático y regenerante desodorante para auto. ¡Es un hombre nuevo!

Tampoco lo muestran: relleno el hueco con aserrín, aserrán. El tipo regresa al peaje como reguero de pólvora, hecho y derecho de bomba molotov.

Esta vez, la chica arrobada por el perfume tóxicamente envolvente, lo huele, ve el auto, y sale corriendo de la casilla para subirse a la carroza de la fortuna.

Ella no necesita maquillarse, empolvarse, ponerse traje de fiesta, ni nada de esas cosas que hacen las mujeres del arrabal. Le bastan sus expectativas infundadas.

Como una diosa
feliz mariposa
recorre los caminos
hasta dar con él
su príncipe amarillo.

Y él, despojado de toda identidad y entidad, se arrastra lentamente pidiendo, al mejor estilo pordiosero, una brusca mirada edulcorante, un respingo de amor, un viento huracanado de ternura, un alfajor santafesino de dulce de leche, ¡lo que sea antes de que muera el sol!

O se acabe el repuesto del sabroso y nunca bien alabado y regio desodorante, y le joven arrobada caiga en la cuenta de cuánto se equivocó buscando un futuro seguro en su precaria economía ecológica, y descienda del auto para dejarlo marchitándose como un cactus melancólico, de no ser, de haber aparentado ser, y de volver a la nada.


5 comentarios:

  1. Qué artículo más poético... me gusta!

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  2. ¿En qué sentido, Rolando Rolandín? El versito no es lo más trascendental del artículo. Tiene su toque con la rosa y la mariposa, y el coso-cosa, y.
    Como sea, agradezco el gentil comentario, hecho por un gentilhombre (aunque demasiado alto).

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  3. Poético en cuanto a la belleza de la redacción. Aunque ahora me hiciste dudar de si se puede aplicar ese adjetivo en ese sentido.

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  4. Me parece que, en parte, tenés razón con lo de lo poético que, excepto el versito, me salió inadvertidamente en algunos párrafos.

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  5. Sí es estupidamente poético...Eso es posible?. Me suena raro. Pero así, y todo, pobre fábrica GLADE (y así lo llaman sin asco (!). Algo tienen que hacer,y no tienen imaginación. Dan pena.

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